Vivimos en un mundo globalizado y caracterizado por un nuevo paradigma: el empuje sin precedentes de los nuevos productos frutos del conocimiento. Las innovaciones se suceden con un ritmo impresionante, intensificando la competencia entre empresas que desean mantener posiciones de liderazgo. Se aboga por un fortalecimiento de los lazos con los centros generadores de conocimientos y se comienza a ver a este último como un factor clave del éxito. Vista así las cosas, el conocimiento ha devenido en una mercancía que se compra, se vende, se licencia y que sobre todas las cosas genera valores para las organizaciones que lo poseen, pasando a ocupar un lugar importantísimo en el patrimonio de las empresas, todo lo cual permite sustentar el nuevo paradigma de la economía basada en el conocimiento.
De este modo, el conocimiento adquiere la categoría de mercancía por excelencia, pero una mercancía si se quiere frágil y vulnerable que requiere ser protegida para que pueda ser utilizada eficazmente en las estrategias comerciales y de este modo brinde dividendos suficientes que permitan recuperar las grandes sumas que se destinan a financiar las actividades de Investigación & Desarrollo (I+D).
Todos coinciden al reconocer que la Propiedad Intelectual pone en manos de empresarios e investigadores mecanismos que adecuadamente utilizados permiten:
- a) Obtener derechos exclusivos de comercialización que permitan impedir que los competidores copien o imiten los productos o servicios.
- b) Evitar inversiones en actividades de I+D que no aportarán valores a la organización.
- c) Planificar las actividades de I+D.
- d) Organizar adecuadamente los procesos de transferencia de tecnologías.
- e) Desplazar competidores.
- f) Aumentar el valor comercial de las empresas.
- g) Introducirse en nuevos mercados.
- h) Evitar conflictos con terceros por violación de Derechos de Propiedad Intelectual.
- i) Obtener ganancias que permitan recuperar los costos asociados a la I+D y a la vez invertir en nuevas investigaciones.
Ante esta nueva formar de ver y enfocar el nuevo paradigma económico, las Universidades pasan a ocupar el lugar central, la explicación es a todas luces bien sencilla, son ellas los principales centros generadores de conocimiento, poseen el personal más capacitado y mejor preparado para dar el impulso innovador que requiere el sector empresarial, de ahí que los inmensos esfuerzos actuales, sobre todo de las entidades de interfase, se orientan hacia la búsquedas de estrategias que permitan el acercamiento de las distancias tradicionales que han existido entre el sector empresarial y la academia.
El sector empresarial necesita de las innovaciones que se generan en la academia y esta última del financiamiento que el sector empresarial puede aportar a sus proyectos de investigación. Surge de este modo una relación mutuamente beneficiosa, que a todas luces beneficia a sus dos principales participantes. Pero esta relación posee características muy interesantes: el sector empresarial aporta el dinero necesario que financia la actividad de I+D, en cambio exige la exclusividad en el uso y disfrute del nuevo adelanto científico tecnológico, que le permita recuperar lo invertido y mantener una ventaja competitiva, esa es en muchas ocasiones su principal exigencia. El sector académico, necesitado de nuevos recursos financieros, en muchas ocasiones sucumbe ante estas exigencias, pero cada vez más comprende la importancia de poseer para sí los Derechos de Propiedad Intelectual en modo total o compartido con el sector empresarial.
Sin embargo la academia, en su actividad interna, vive un conflicto que resulta muy evidente, de una parte tiene compromisos con el sector empresarial que financia sus proyectos y exige protección para los Derechos de Propiedad Intelectual, y por otra parte sus científicos e investigadores exigen la publicación en revista científicas de punta de sus adelantos científicos, pues es este el mayor reconocimiento que pueden obtener, sin embargo esto echa por tierra las posibilidades de buscar una adecuada protección, aspecto que no pasa desapercibido, de ahí que cada vez la protección de los Derechos de Propiedad Intelectual preceda a cualquier acto de publicación del fruto de la creación intelectual.
No obstante, la decisión de la mejor forma de protección de los conocimientos que se poseen, fruto de esfuerzos de I+D, no resulta tarea fácil y a menudo se toman decisiones que traen aparejado resultados desfavorables. La estrategia de protección que se siga puede contribuir al desarrollo organizacional o a la pérdida de oportunidades de negocios que quizás no vuelvan a repetirse. Ante esta realidad las decisiones en materia de Propiedad Intelectual, y más particularmente las relacionadas con la protección del conocimiento, son de orden estratégico y deben ser tomadas al más alto nivel gerencial de cualquier organización. No se puede dejar en manos inapropiadas y al libre albedrío aspectos de tal importancia, so pena del trazado de estrategias que nada o muy poco aportan a la organización poseedora del conocimiento o decisiones que no den la protección adecuada y por ende no permita la recuperación de lo invertido y la posterior inversión en nuevos proyectos e investigaciones.
Autor: Osmel Aroche Pérez.